Cortázar, Rayuela, y Problemas de Conocimiento Hayekianos

Cortázar, Rayuela, y Problemas de Conocimiento Hayekianos

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En Rayuela, Julio Cortázar juega con la estructura y la subjetividad de maneras que ningún otro escritor que conozco logra. La novela, cuyo autor insiste en llamar una contra-novela, fuerza al lector a ser un participante activo, no solo al escoger el orden en el cual leer los capítulos, sino también al decidir si brincarse los capítulos designados “prescindibles.” Yo escogí leer el libro en la secuencia establecida por el autor, empezando por el capítulo 73 y saltando de una sección a otra. La primera mitad del libro, los capítulos 1 al 56, siguen una narrativa lineal: la vida de Horacio Oliveira durante su tiempo como inmigrante en Paris, seguida por su regreso a su país, Argentina. Los siguientes 99 capítulos, los cuales Cortázar nos invita a brincarnos del todo en las primeras páginas del libro, son una colección aleatoria de anécdotas, citas, memorias, recortes de periódicos, poemas, y diálogos interiores de los varios personajes del libro. A veces, estas apendices son completamente sin sentido, agregando entre poco y nada a la narrativa, pero de vez en cuando se enfocan en cómo los personajes llegaron a la situación en la que se encuentran, revelan lo que algún personaje realmente pensaba de una conversación leída anteriormente, o sencillamente continúan un cuento inconcluso del segmento lineal del libro.

Mientras leía, una cosa que me impresionó fue que, entre los juegos de arreglo y estructura, el narrador omnisciente de Cortázar cae en la trampa del problema de conocimiento local. Al leer una novela, al igual que en la vida, inevitablemente hay información que no está al alcance del lector. En este libro de muchos libros, esa asimetría es todavía más clara. En Rayuela, nuestra percepción de las acciones de un personaje puede cambiar completamente dependiendo de si sabemos lo que dicho personaje sabía en el momento que escogió lo que escogió. La trama compleja y entrelazada, aparentemente ordenada al azar, refuerza la idea que la buena literatura crea empatía y fortalece nuestra teoría de la mente. Uno tiene que esforzarse para reconstruir las cronologías entre el revoltijo de anécdotas y para entender como las relaciones entre los personajes van evolucionando. Hasta cierto punto, parece que Cortázar podría estar invocando el problema del conocimiento local de Hayek: el conocimiento nunca es dado; no es, ni puede ser contenido por una sola persona en su totalidad. Es virtualmente imposible que información inheremente distribuida se pueda reacomodar de tal forma que sea útil para una entidad central, incluso una que supervisa el proceso completo - tal como el narrador de Cortázar, o el planeador central de Hayek. Esa entidad tiene que escoger un orden, una estrategia, y al hacerlo afecta sus decisiones y el desenlace del proceso en cuestión.

Los trasfondos en los capítulos prescindibles de Rayuela nos permiten profundizar, pero aún así los personajes a veces se contradicen, y solo en momentos de claridad actúan de forma predecible. Al igual que gente real, los personajes de Cortázar a menudo tienen dificultad en articular sus deseos y sus inclinaciones. A lo largo del libro, Horacio y sus amigos oscilan entre ideas, alternan episodios de caos y de orden, relaciones estables y separaciones desastrosas. Rayuela constantemente nos invita a cuestionar sus decisiones privadas, y la forma en la que se tratan los unos a los otros. Entre más aprendendemos de ellos, más entendemos su lógica, incluso dentro de su desorden. Cada vida un mundo propio.

Juzgar a Horacio, a La Maga, o a Berthé Trepat no es muy diferente de juzgar a nuestros amigos, o a los extraños con quienes interactuamos en nustro día a día. Ellos, como nosotros, son humanos, irracionales, inconsistentes, y habitualmente fragmentados. El lector de una Rayuela tiene una experiencia completamente diferente del lector de otra. Al tratar de juzgar las elecciones de Horacio, nos olvidamos que hay otra infinidad de Rayuelas que no podemos leer, ya que no fueron escritas, aquellas que nos dirían cómo llegó a donde está. El Horacio de una Rayuela comete un acto inconcebible. El otro Horacio lo intenta, falla, y vive para lidiar con sus consecuencias. El lector solo puede terminar el libro con una de estas dos impresiones dependiendo de la información local que recogió de camino, esa que está manchada de subjetividad, al igual que en cualquier otro problema de conocimiento Hayekiano.


Foto: Ferry Building, San Francisco, California, USA, por mí. Anteriormente compartida en Sausalito.

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